En el pasado, el ingreso a la educación universitaria aseguraba la prosperidad social y económica; para el siglo XXI la licenciatura es parte de la educación básica. De ahí la importancia de los posgrados y la enseñanza continua, afirmó Francisco Cervantes Pérez, excoordinador de Universidad Abierta y Educación a Distancia de la UNAM.

 

Durante 2020, añadió, la UNAM registró 367 mil estudiantes en bachillerato, licenciatura y posgrado; en tanto, la Red de Educación Continua de la propia casa de estudios tuvo un millón 676 mil 579 beneficiados, y los cursos en línea masivos y abiertos (MOOC, por sus siglas en inglés), un millón 634mil 691. “El impacto ha sido tremendo y la demanda sigue creciendo, en especial en los últimos cuatro años”, dijo.

 

Al dictar la conferencia magistral Presente y Futuros de la Educación Superior, el presidente de la Red de Universidades PROEDUCA para Mesoamérica, afirmó que la educación no presencial tiene mayor impacto, no en el bachillerato o la licenciatura, sino en el posgrado y la educación continua. Tales números lo prueban.

 

La inclusión social es una característica fundamental de la educación abierta, a distancia y en línea, sostuvo; “contribuye a disminuir la exclusión y la injusticia sociales, da acceso a la educación superior a grupos que tradicionalmente nunca hubieran tenido ese privilegio”.

 

En ocasión del 50 aniversario del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia de la UNAM, el experto refirió que, en el futuro, 50 por ciento de los trabajos que conocemos serán computarizados, y dejarán de ser realizados por personas; interactuaremos cotidianamente con autómatas.

 

Si queremos tener desarrollo sostenible, debemos ver cómo mejorar el capital humano, señaló. En las universidades “estamos formando los recursos que van a contribuir a la prosperidad. Debemos tener programas para la formación de los nuevos cuadros, pero también para que quienes quieran escalar sus habilidades o competencias, o redefinir sus perfiles profesionales, lo puedan hacer”.

 

La oferta debe ser rica y flexible para que cualquier persona lo pueda hacer en cualquier lugar, momento o dispositivo que tenga a la mano, precisó Francisco Cervantes. La relevancia de la educación continua sigue creciendo, al grado que quizá va a ser más importante que la licenciatura, debido a los cambios en los empleos y en la sociedad.

 

Además, tenemos el problema de las personas que trabajan y cuya única oportunidad de estudiar es hacerlo al mismo tiempo que continúan con sus labores, “pero eso, en modalidad presencial, se vuelve muy complicado”

 

Hoy, los pilares de la educación superior, licenciatura, posgrados y educación continua, comienzan a ser de la misma importancia, insistió el especialista. Una parte de esta última debe tener el nivel de los créditos del posgrado, “porque no puede ser menor para los egresados si van a escalar sus habilidades o redefinir su perfil”.

 

El mejor vehículo para que las condiciones de la población mejoren es la educación, y sobre todo la superior, por lo que el futuro de las universidades es seguir creciendo, y una de sus primeras tareas debe ser contribuir a que las competencias docentes de los profesores de la formación básica y media superior mejoren en el contexto de la enseñanza híbrida, que llegó para quedarse.

 

Francisco Cervantes señaló que si bien hay universidades que regresan a como era el sistema antes de la pandemia, también existe la opción de avanzar hacia el futuro: “debemos conocer qué capacidades ha desarrollado cada estudiante, qué características tienen sus estilos de aprendizaje, su capacidad de aprender, y usar técnicas de inteligencia artificial para diseñar programas o trayectorias de aprendizaje personalizadas”.

 

En el panel “De 50 en 50. Pasado, presente y futuro del SUAyED”, la académica de la Facultad de Filosofía y Letras, Martha Diana Bosco Hernández, dijo que en el ámbito de la universidad abierta y la educación a distancia hay que trabajar para contar con un modelo que atienda las necesidades reales y sentidas de cada facultad y escuela que cuenta con esa modalidad.

 

Al mismo tiempo es relevante que los alumnos cuenten con un curso de inducción, porque “no es lo mismo ser alumno de un modelo presencial, que de educación abierta y a distancia. Veo que hay muchos cursos, pero son fragmentados”; además, que los modelos estén en evaluación permanente y ver qué pasa con las estrategias y recursos tecnológicos, que son diferentes en cada caso. “Hay un arduo trabajo por delante”, consideró.

 

En el panel moderado por Laura Casillas Valdivia, jefa de la División del Sistema Universidad Abierta de la Facultad de Economía, María del Rocío Amador Bautista, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, explicó que el futuro en este campo será determinado por dos organismos internacionales: la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que desde 1970 ha instado el impulso de las tecnologías de la información y la comunicación, y la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, interesada en la expansión de esas tecnologías.

 

No obstante, ante la desigualdad en nuestro país, no sólo hay que considerar los factores tecnológicos, sino los aspectos sociales y humanistas para “abrir nuestras fronteras como universidad”.

 

Con la pandemia quedó claro que es necesario superar la brecha digital para llegar a donde se quiere en el ámbito educativo, porque hay alumnos que no cuentan con las herramientas necesarias para su formación. Además, se requiere continuar con la formación docente y el trabajo con los estudiantes, incluso en los aspectos emocionales, apuntó.