La pandemia no sólo expuso las inequidades sociales y económicas que ya sabíamos que existían, sino que las exacerbó, por ello es que debemos pensar en cómo crear un sistema de crecimiento que dé nuevos valores a las personas por las habilidades que aportan al bien común, señaló Naila Kabeer, del Gender Institute, London School of Economics and Political Science.
Hoy en día es necesario “aprender del pasado, especialmente lo que ha ocurrido con la pandemia, cuando todo se vino abajo cuando dejamos de trabajar, ¿eso no significa nada valioso para la economía?, preguntó. Creo que debemos cuidar la economía al valorar mejor las actividades que se realizan desde casa”.
Al participar en la 9ª Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales. Tramas de las desigualdades en América Latina y el Caribe. Saberes, luchas y transformaciones, que durante cinco días se desarrolla en la UNAM, la reconocida economista expresó que la pandemia, como se ha dicho una y otra vez, ha expuesto que todos enfrentamos la misma tormenta, pero no estamos en el mismo navío, algunos lo pasaron en yates, pero muchos en pequeños botes.
La investigadora de Bangladesh destacó que si vemos a las personas más ricas del mundo, se nota que tienen algo en común, casi todos son hombres, muchos de ellos viven en Estados Unidos, uno en México; pero cuando se busca a las 10 mujeres más ricas del mundo su presencia es mucho menor.
Ante estudiantes y profesores mexicanos y de diversas partes del mundo reunidos en instalaciones de la Facultad de Arquitectura, la economista social expuso que si se visualiza a la sociedad mundial como una pirámide se pueden encontrar los grandes millonarios reunidos en el más alto nivel, donde es evidente que las diferencias de género disminuyen y pueden desaparecer cuando se incluyen factores como la educación, las habilidades y la experiencia de los empresarios.
“Es importante conocer esta parte del mercado porque es donde vivimos. Debemos saber dónde vive la gente, qué tipo de casa tienen, su acceso a servicios de salud y aprender mucho de sus vidas. Al estudiar esto se puede ver cómo interactúan las inequidades en el mundo: si vemos los sectores privilegiados, hombres y mujeres no tienen grandes diferencias de género. Pero cuando vemos los estratos más bajos, el género es utilizado como un medio para la interacción de las identidades sociales”, comentó la investigadora.
La autora de “Realidades Trastocadas”, traducido por la UNAM, detalló que para comprender estas diferencias es necesario recordar que en los inicios del capitalismo se consideraba que un trabajo real era toda aquella actividad que pusiera algo en el mercado, ya sea bienes o servicios, mientras que todo lo demás no se consideraba un verdadero trabajo.
Las mujeres realizan un trabajo en casa, que no se paga, y por ello se les relega creyendo que estas actividades tienen el mismo peso que dormir, comer o descansar, es decir, se desacredita el valor existente en las responsabilidades familiares, minimizando su experiencia y demeritando la confianza en sí mismas.
“Pero qué pasa cuando alguien más hace estas labores en outsourcing: es la devaluación de estas labores; se asume que deben ser realizadas por mujeres, que naturalmente las llevan a cabo y perece que no se requiere de ninguna preparación o habilidad, que cualquiera lo puede hacer”.
Si las amas de casa deciden trabajar, continuó, deben sumar su nueva tarea a las responsabilidades del hogar y si no pueden conseguirlo, entonces en gran cantidad de ocasiones personas sin estudios o de condiciones económicas de extrema pobreza deben ser las trabajadoras domésticas, lo que ocurre en todo el mundo, y por supuesto en Latinoamérica.
La especialista enfatizó que la condición de doble tarea de las mujeres, como es atender a la familia y las necesidades del hogar las enfrenta a una escasez de oportunidades salariales, así como a la discriminación laboral. Cuando las actividades empresariales de las mujeres están dictadas por la necesidad más que por la oportunidad, la transición hacia el extremo del espectro de la acumulación las sitúa en un lugar donde es mucho más difícil negociar.
Con respecto a “la punta de la pirámide” apuntó: personajes como Richard Branson o Jeff Bezos, por ejemplo, están tratando de ir al espacio, en tanto que los trabajadores no esenciales y que son quienes harán posible eso, no tendrán beneficios y tampoco se les ofrecen garantías básicas de trabajo.
¿Qué hacer para empoderarse? Las mujeres deben tener la libertad de elegir y tomar decisiones por sí mismas, independientemente de sus familias, comunidades y el medio ambiente, refirió Kabeer, quien estuvo acompañada por Francisco Cos-Montiel, del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD).
Debemos aprender de las crisis pasadas, trabajar en reducir los niveles de pobreza en vez de incrementarlos; recordar que lo que le afecta a los otros también nos afecta a nosotros, por ello es mejor institucionalizar la protección de las personas que dejar que propicien cambios sociales por sí mismo.
Las personas que no ganan mucho dinero, que realizan labores que no queremos hacer nosotros mismos, deben recibir mejores salarios, debemos repensar el terreno de los méritos, lo cual no está relacionado con el trabajo que haces, por ello se requiere tener una nueva visión y valoración de las actividades y mirar cómo contribuyen las personas a la sociedad, reflexionó.
“Estamos hablando de un nuevo tipo de contrato social que combine la justicia distributiva con la justicia contributiva, valorar a la gente por lo que hace por el bien común y al hacer eso debemos redistribuir los impuestos entre los pobres, lo cual llevaría a garantizar para ellos un salario, servicios médicos, seguridad en la vida, y no pensar que les estamos dando privilegios”, dijo la investigadora.