En el México que emergió de la Independencia de España, hace 200 años, hubo un experimento histórico: Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu fue proclamado emperador del país, del 22 de mayo de 1822 al 19 de marzo de 1823, bajo el título de Agustín I.
“La Independencia que se consiguió en 1821 preveía el establecimiento de una monarquía constitucional. Es decir, no se trata de un proyecto republicano”, afirma el investigador del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, Alfredo Ávila Rueda.
Al recordar la efeméride, el historiador universitario señala que la monarquía quedó establecida en el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, firmados entre Agustín de Iturbide y Juan de O´Donojú, el último jefe político español en la Nueva España. Estos acuerdos establecían que se ofrecería la corona al propio rey de España, Fernando VII, o alguno de los príncipes de la casa real española. En caso de que no aceptaran, el Congreso, que se reuniría en México ya independiente, estaría en libertad de elegir a un emperador.
“Es importante que se trate de una monarquía porque el propio Agustín de Iturbide lo señaló en el Plan de Iguala, su objetivo era tener un monarca ya hecho y evitar los desastres que puede traer la ambición. Lo que él quería era un Poder Ejecutivo estable, para evitar que la ambición de los militares y de los políticos trajera anarquía al nuevo país”, detalla.
Para el historiador, “estaban tratando de conciliar dos extremos que nosotros podemos pensar que son irreconciliables: por un lado, el nuevo país nació del derecho natural que tenía la sociedad para independizarse y formar un nuevo país; y, por otro lado, la necesidad de establecer un gobierno estable, sólido, duradero, que no se viera afectado por ese derecho a la insurrección. Son dos extremos e Iturbide creyó que con una monarquía se podían conciliar”.
España tuvo una negativa a aceptar la Independencia de nuestra nación, así que ni el monarca español ni su familia vendrían a gobernar. Se dejó en manos del Congreso mexicano la posibilidad de elegir un monarca. Desde el comienzo de la vida independiente de México hubo un gran apoyo para que se buscara aquí al emperador. “Hubo algunas propuestas, como la de Guadalupe Victoria y Fray Servando Teresa de Mier, para que se coronara emperador a algún descendiente de la antigua realeza mexica. Guadalupe Victoria propuso buscar a un patriota que luchó por la Independencia y que se casara con alguna descendiente de los mexicas”, precisa Ávila Rueda.
La popularidad de Agustín de Iturbide desde un inicio fue enorme. “Hoy a Iturbide muy poca gente lo recuerda, y la mayoría lo considera humillado en la historia de México. Pero en su momento, a partir de la entrada del Ejército de las Tres Garantías en septiembre de 1821 a la Ciudad de México, Iturbide fue tremendamente aclamado, adulado, había sermones en donde lo comparaban con Moisés, que sacó a su pueblo de la opresión para darle la libertad, era el enviado de Dios, era el libertador”, destaca el investigador.
Para que fuera coronado hubo desde apoyos espontáneos de diputados, hasta manifestaciones del pueblo en las calles con infiltrados. La visión de Iturbide fue que eran manifestaciones populares espontáneas, “y sus enemigos decían que estaba manipulando el proceso. La verdad es un poco intermedia”.
La propuesta de su coronación llegó al Congreso. Tuvo apoyo de numerosos legisladores, pero también hubo presión para forzar la voluntad del Congreso.
Tenemos, asevera Ávila Rueda, la historia de un país que nace de la ruptura con España, pero que pretende instaurar un gobierno estable y busca una monarquía constitucional para darle estabilidad. Por otro lado, está la popularidad de Iturbide, de las manifestaciones y finalmente la decisión del Congreso a su favor. La monarquía constitucional no pudo conciliar estos dos extremos.
El experto explica que Iturbide nunca pudo tener control sobre el país, tampoco lo tuvo sobre el cobro de impuestos, la mayoría no llegaban a la Ciudad de México ni tenía la capacidad para que ese dinero entrara a las arcas de la capital.
Incluso no “tenía la capacidad para imponer su voluntad en todas las provincias, era difícil en un país muy desarticulado después de más de una década de guerra. De inmediato tuvo problemas con el Congreso. Iturbide quería imponer un sistema de policía nacional (una gendarmería nacional) para la seguridad del imperio, pues había mucha violencia y él quería centralizar el mando para perseguir bandidos, delincuentes y gente que se levantaba en armas. Pero el Congreso se opuso, pues representaba los intereses de cada provincia y no estaba interesado en darle tanto poder al Estado centralizado”, afirma.
Terminó disolviendo ese órgano legislativo, incluso hubo una conspiración republicana pero no fue tan importante, nunca podrían haberlo derrotado, relata el universitario.
La disolución generó descontento político y en diciembre de 1822 Antonio López de Santa Ana se rebeló en su contra, y a favor de la República; este no tenía suficiente capacidad militar al salir de Veracruz, donde sucedió la insurrección. Iturbide envió tropas para acabar con Santa Ana y con Guadalupe Victoria, pero el problema fue que les faltaban recursos económicos y no pudieron derrotarlos.
Lo que hicieron fue regresar a la Ciudad de México para restablecer el Congreso. “Las propias tropas que mandó Iturbide se le voltearon, y a partir de allí las provincias tomaron la batuta del gobierno y fueron las que decidieron empezar a construir el nuevo país, mientras Iturbide entendió rápidamente que no tenía posibilidades de mantenerse”, señala.
Había diputados que querían la pena de muerte para él, porque disolvió el Congreso y por lo tanto era considerado traidor. Pero otros legisladores pensaban que era el gran héroe de la Independencia.
“Hoy hemos perdido la dimensión, pero es el hombre que consiguió la Independencia. Lo mandaron al exilio a Livorno, en Italia, y le dieron una pensión. Pero en esa época se establecieron en Europa del sur (España, Italia, Grecia) gobiernos constitucionales, es un periodo de revoluciones liberales en esa zona. En 1823, cuando Iturbide está en Italia, los reaccionarios, los absolutistas, establecen otra vez gobiernos anticonstitucionales y hay un renacer del absolutismo. E Iturbide, que estaba exiliado en Italia, de pronto se ve en peligro porque los gobiernos absolutistas lo acusan de ser el que propició la Independencia de México de España, y por tanto es enemigo de España”, detalla.
Entonces envió correspondencia a sus contactos en territorio mexicano temiendo por su vida. Partió a Londres y con eso violó los acuerdos que había tomado el Congreso, que lo exilió. Pero en Inglaterra se sentía más protegido.
“En Londres entra en contacto con algunos agentes españoles, de Nueva España, y explora la posibilidad de volver a México. Hay gente en Guadalajara que está muy opuesta al gobierno republicano de la Ciudad de México, en Tamaulipas, en Zacatecas, en lo que hoy es el Estado de México. El gobierno mexicano piensa que viene para volverse a coronar, él dice que no. Que viene para ocupar el lugar que la patria quiera darle y para defender a México del absolutismo, que ya hay en Europa y teme que puedan reconquistar México. La verdad está entre las dos cosas”.
Llegó a territorio mexicano, pero el gobierno había descubierto algunas de estas conspiraciones, lo informó al Congreso y este decretó que en cuanto pusiera un pie aquí era considerado traidor a la patria y merecía el fusilamiento, lo cual ocurrió en Soto La Marina, Tamaulipas.