En 1922, una vez que regresó a México proveniente de Europa, David Alfaro Siqueiros fundó, con otros artistas plásticos, el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), con el propósito de defender los intereses gremiales de quienes trabajaban en la decoración de edificios públicos y cuyas obras buscaban cumplir una función didáctica.

Hacia finales de 1923, Adolfo de la Huerta desconoció al gobierno del general Álvaro Obregón y fue nombrado presidente provisional por el general Guadalupe Suárez. A consecuencia de este hecho, las luchas de poder en tiempos de la sucesión presidencial se exacerbaron.

Bajo estas circunstancias, el 9 de diciembre de ese mismo año, el SOTPE difundió un manifiesto redactado por Siqueiros, quien era su secretario general, y firmado, junto con él, por Diego Rivera como primer vocal, Xavier Guerrero como segundo vocal y Fermín Revueltas, José Clemente Orozco, Ramón Alva Guadarrama, Germán Cueto y Carlos Mérida (poco más de seis meses después, en la segunda quincena de junio de 1924, sería publicado en el número 7 del periódico El Machete, órgano oficial del SOTPE).

Dirigido, con el tono exaltado de los manifiestos vanguardistas y la carga nacionalista posrevolucionaria, a “la raza indígena humillada durante siglos, a los soldados convertidos en verdugos por los pretorianos, a los obreros y campesinos azotados por la avaricia de los ricos, a los intelectuales que no estén envilecidos por la burguesía”, este manifiesto hacía hincapié en que la asonada militar de Enrique Estrada y Guadalupe Sánchez (aliados de Adolfo de la Huerta) aclaraba la situación social del país y establecía, sin ambages, la existencia de dos movimientos en pugna: por un lado, la revolución social, representada por soldados del pueblo, campesinos y obreros armados, y, por el otro, la burguesía armada, representada por soldados del pueblo engañados o forzados por jefes militares políticos.

Más adelante, aseguraba que, puesto que “el arte del pueblo de México es la manifestación espiritual más grande y sana del mundo” […] “porque siendo popular es colectiva” […], “nuestro objetivo fundamental radica en socializar las manifestaciones artísticas tendiendo hacia la desaparición absoluta del individualismo por burgués”.

A continuación repudiaba la pintura de caballete y el arte de cenáculo ultraintelectual por aristocrático, exaltaba las manifestaciones de arte monumental por ser de utilidad pública, y proclamaba que, “siendo nuestro momento social de transición entre el aniquilamiento de un orden envejecido y la implantación de un orden nuevo, los creadores de belleza deben esforzarse porque su labor presente un aspecto claro de propaganda ideológica en bien del pueblo, haciendo del arte, que actualmente es una manifestación de masturbación individualista, una finalidad de belleza para todos, de educación y de combate”.

Finalmente, el manifiesto del SOTPE hacía un llamamiento a los intelectuales revolucionarios de México para que, “olvidando su sentimentalismo y zanganería proverbiales, se unan a nosotros en la lucha social y estético-educativa que realizamos”, así como a todos los campesinos, obreros y soldados revolucionarios de México para formar un frente único contra el enemigo común.