Ante la transformación mundial de las décadas recientes y con el deceso de la Reina Isabel II, es posible tome fuerza el análisis sobre la separación de la mancomunidad de naciones o commonwealth, lo que no sucedería como consecuencia del fallecimiento, en todo caso sería resultado de otros procesos dentro de cada una de las naciones, aseveró la directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Reino Unido, Ana Elena González Treviño.

En entrevista luego del deceso de la monarca, comentó que con el reinado más largo de la historia del Reino Unido Isabel II tuvo importantes retos a lo largo de su vida y el último fue recibir, un día antes de su muerte, a la Primera Ministra británica, Liz Truss, quien asumió el gobierno posterior a Boris Johnson, en una ceremonia que tradicionalmente se realizaba en el Palacio de Buckingham; sin embargo, debido a sus problemas de salud, en esta ocasión se llevó a cabo en el castillo de Balmoral, en Escocia.

Nombrada reina en el segundo periodo en el que Winston Churchill fue Primer Ministro, resulta por demás interesante la forma en que Isabel II encabezó la incorporación de la familia real a la vida pública al estilo de las celebridades del mundo del cine y la televisión, lo que implicó asumir un papel público impactante y fuerte en cuanto a la cantidad de juicios adversos que, sin duda, recibió en su vida. Estuvo convencida que tenía un deber divino que cumplir como monarca.

Lograr crear y mantener una imagen pública que le permitió enfrentar crisis políticas, económicas y sociales y no perder vigencia, requirió de un equipo de producción para el manejo más allá del protocolo, con detalles sobre la manera en que se presentaba ante el mundo, destacó la investigadora universitaria.

La experta precisó que el rey o reina de Inglaterra no son quienes gobiernan al Reino Unido, solo refrendan las decisiones fundamentales, por tratarse de una monarquía parlamentaria, por lo tanto el papel de la monarquía puede describirse como decorativo y, al mismo tiempo, responde a una tradición de siglos.

El hecho de que se siga acudiendo al monarca para formalizar una decisión gubernamental no significa que dicte o tenga una voz de mando en cuanto a decisiones políticas, sino tiene que ver con su papel simbólico.

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