Es indispensable replantear cómo se piensan las condiciones humanas del futuro desde lo político y lo social, para revertir las diferentes crisis que amenazan las condiciones de vida en el mundo, coincidieron destacados académicos y filósofos de reconocimiento internacional.

Durante la conferencia magistral “Pensar el Futuro” que forma parte del “Primer Coloquio Internacional: la Humanidad Amenazada, ¿Quién se hace cargo del futuro?”, el filósofo y sociólogo francés Edgar Morín afirmó: “El futuro se llama incertidumbre, porque no sabemos qué va a llegar y todos los escenarios parecen desastrosos”.

Ante la coordinadora de esta actividad, Mary Frances Rodríguez, directora de la Facultad de Filosofía y Letras, destacó que a partir de finales del siglo pasado se registra una tendencia a la mundialización del poder sobre el planeta y una crisis universal de la democracia, en donde se observa una regresión política y sumisión total de las sociedades ante el poder, como en China, por ejemplo, en donde el control numérico sobre la población es total. 

Hay rasgos marcadamente regresivos que se agudizaron con la pandemia, la crisis de la guerra con Ucrania con las consecuencias económicas que además se suman al grave deterioro de la biosfera y las implicaciones del cambio climático, dijo ante la coordinadora de Humanidades de la UNAM, Guadalupe Valencia García.

La ciencia y la tecnología han desarrollado posibilidades antagónicas sobre un futuro inmediato; por un lado, la creación de mecanismos de control sobre la gente y las sociedades a través de la llamada inteligencia artificial, dominada por un grupo privilegiado en el orbe y una élite que se encargará de la toma de decisiones; por el otro, también apostar por el mejoramiento de las acciones humanas, basadas en la solidaridad y la consciencia.

“No debemos desesperar, no hay fatalidades, sino que hay probabilidades entre las que se encuentra la resistencia de la mente, de la fraternidad, y la resistencia del pensamiento, sobre todo para quienes tienen una responsabilidad educativa para los pueblos”, apuntó.

En su oportunidad, Daniel Innerarity, filósofo español y director del Instituto de Gobernanza Democrática, enfatizó que nuestras sociedades construyen el futuro de manera insostenible, desde un punto de vista ecológico, demográfico y financiero. 

Agregó que somos sociedades distraídas con la inmediatez y en el corto plazo, incapaces de tomar con suficiente consideración y responsabilidad el futuro, tal y como lo están exigiendo las actuales circunstancias.

La incapacidad de asociarse con el futuro se explica por la asociación de las decisiones públicas a lo inmediato, lo que reducen las actuaciones al presente y limitan a los gobiernos a tomar decisiones de costo beneficio, pero a corto plazo, aseveró.

“Los gobiernos tienen que tomar decisiones que no sólo distribuyan costos y beneficios entre diferentes sectores y grupos vivos en el presente, sino que implican también varios periodos de tiempo y que impactan a varias generaciones.”

Por su parte, el sociólogo Ramón Ramos Torre estimó que en la actualidad pensar en el futuro es urgente e insoslayable, pues ese futuro tiene características que contrastan vivamente con las que se presuponían con debates entre la modernidad y la posmodernidad.

“La complejidad del tema sobre pensar el futuro no debe llevarnos al desánimo, pues nada ganamos optando por la lamentación; es necesario actuar y no quedarnos con los brazos cruzados. Hay que enfrentar las cosas con realismo asumiendo simplemente las tareas que demandan los tiempos que vivimos”.

En este sentido Ramos Torre hablo sobre tres indicaciones que se deben atender de cara a estas reflexiones: reconocer que nos encontramos ante futuros plurales y en una disputa que cada vez es más patente en el mundo social en el que vivimos; considerar que hay todo un ambiente alrededor de las tecnologías de la incertidumbre, pues el futuro es constitutivamente incierto, lo ha sido siempre a pesar de que haya construido asideros de sentido que prometían limitar lo incierto recurriendo a ideas tan brillantes como el destino, la providencia o el progreso.

Finalmente, observar a la ciencia como un problema, pues aun cuando no podemos ni debemos renunciar a ella, ni a los especialistas que la producen, problemas que enfrentamos son de la llamada ciencia posnormal, en la que los especialistas no pueden tener el monopolio del saber, tomando en cuenta que son incapaces de dictar las recetas curativas para los problemas del futuro.

La alternativa, abundó, está en la democratización de la ciencia y en asumir acciones colectivas que rompan con el desánimo, la despreocupación y la tendencia a inhibirse ante algo que ni se entiende y ni se sabe cómo actuar.

“Este es el gran problema que debemos enfrentar y las soluciones deben estar abiertas al escrutinio y sean tomado en cuenta todos los actores que configuran esta humanidad, entre distraída y atemorizada de la que formamos parte”, concluyó.