Francisca Zalaquett Rock, académica del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, comenzó una labor pionera: integrar los aspectos sonoros como parte importante del conocimiento de las antiguas civilizaciones.
En los contextos arqueológicos, de forma tradicional se ha trabajado con el sentido de la vista: los objetos de estudio (desde una vasija hasta una zona arqueológica) se analizan viéndolos; y hasta hace poco no se había considerado integrar otros sentidos al conocimiento de comunidades mesoamericanas como la maya.
De ese modo, la experta y su equipo desarrollaron la página web Universos Sonoros Mayas (http://www.universosonoromaya.unam.mx/) para dar a conocer elementos acústicos, tanto prehispánicos como coloniales y contemporáneos y, por primera vez, escuchar en línea los sonidos “primarios” emitidos por los instrumentos musicales prehispánicos resguardados en museos.
A través del proyecto Estudio diacrónico de la acústica, uso, función y significado de los instrumentos musicales mayas, se han analizado esos objetos a partir de la perspectiva de la organología (cómo se produce el sonido, su historia y clasificación), la acústica arquitectónica y el paisaje, sin dejar de lado la iconografía (imágenes) presente en ellos.
“Comenzamos a entender que todo instrumento se toca en lugares en específico, por ejemplo las grandes plazas de los sitios arqueológicos”. Además, en la planificación arquitectónica los antiguos mayas también consideraron los aspectos sonoros, como algunos efectos de ecos y reverberaciones que formaban parte de los rituales”, mencionó la universitaria.
Variedad
Zalaquett Rock y sus colaboradores han registrado cientos de instrumentos musicales que van desde el periodo Preclásico hasta el Posclásico Tardío de la época prehispánica, y de la actualidad. Tenemos una gran cantidad de aerófonos, es decir, los que se activan por medio del aire, como silbatos, flautas, ocarinas o trompetas de concha.
También hay idiófonos que funcionan por medio de la vibración de su propio cuerpo como el tunkul (conocido como teponaztli en el Altiplano), cascabeles, caparazones de tortuga, bastones y una gran cantidad de sonajas; y además están los membranófonos o tambores.
Todavía hoy, refirió, para el Día de Muertos en Campeche se ejecutan y se ofrendan pequeños silbatos porque guardan relación con el “aliento vital” que pueden utilizar los seres que llegan desde el inframundo. En las excavaciones arqueológicas esos artículos han sido encontrados en entierros.
Además, la sonoridad de los artefactos tiene un significado arraigado; por ejemplo, los del caparazón de tortuga tienen relación con el culto a la tierra. Antes de comenzar la siembra del maíz se hace sonar ese objeto, uno de los más antiguos; y lo mismo ocurre durante algunas posadas en las fiestas decembrinas contemporáneas.
Las sonajas, en cambio, son “llamadores”; los mayas dicen que se parece al ruido del cascabel de la serpiente, o como cuando ya viene la lluvia que trae fertilidad para la tierra. Son resonancias, pero claramente tienen símbolos culturales.
El equipo de investigación también realizó estudios de acústica en la zona arqueológica de Palenque. “Encontramos que la mejor se relaciona con la ubicación de ofrendas que incluían instrumentos sonoros”.
Además, trabajaron en Chichen Itzá, donde se registra el efecto sonoro llamado “cola de quetzal”. “Las pirámides con una inclinación de 45 grados generalmente lo tienen. Si aplaudes en otros sitios arqueológicos, es muy similar. No se sabe qué tanta intencionalidad hubo en el diseño arquitectónico para lograrlo”.
Asimismo, se ha investigado en Edzná, Campeche, incluso Monte Albán, Oaxaca (fuera del área maya), y continuarán en Uxmal, Yucatán, para entender las variantes y dinámicas relacionadas con los instrumentos que se manufacturaron en los sitios, y con el tipo de estuco que recubría los edificios prehispánicos.
“El análisis se hace con ayuda de los fragmentos de ese recubrimiento que aún se conservan”. Eso significa que los mayas tomaban en cuenta la ubicación de los edificios y los materiales, para que el sonido tuviera mayor efecto, apuntó.
Tampoco se debe olvidar la parte discursiva y la voz humana; esa antigua civilización contaba con especialistas en la manufactura de los artículos musicales y “arquitectos” que sabían aumentar la frecuencia de la música, y de esa forma hacer que los asistentes a una ceremonia se sintieran parte del ritual, lo cual favorecía la legitimación de los gobernantes.
Elementos comunicadores
Los especialistas también estudian el paisaje sonoro, que incluye los elementos con los que conviven las comunidades mayas actuales, como la fauna. “Ellos claramente identifican los sonidos de las distintas aves, y cómo el canto de alguna ‘trae la lluvia’, por ejemplo”.
Los mayas consideran a ciertos animales como elementos comunicadores, relacionados con buenos o malos presagios. En la comunidad lacandona de Nahá, Chiapas, y en Kopchen, Quintana Roo, “hemos registrado la importancia de las aves para la cultura maya como portadoras de mensajes. Por ejemplo, si se acerca un búho, sobre todo si es de día, se considera un mal presagio, un aviso de que alguien puede morir. En contraste, en comunidades de las tierras altas, anuncia que habrá visitas”.
La gente toma acciones de acuerdo con el augurio. Los sonidos cambian la actitud de las personas; por ejemplo, realizan un ritual para evitar que alguien se enferme, detalló Zalaquett Rock.
En Nahá y Metzabok, Chiapas, el equipo de investigación, incluido un ornitólogo especialista (Fernando González-García) en el canto de las aves, elaboró un trabajo sobre la percepción de las expresiones sonoras de estas en los Lacandones; se obtuvo un listado de 61 especies que fueron grabadas en el campo.
Se concluyó que, para esa población originaria y su interacción con ese tipo de fauna, su canto forma una parte esencial de su vida, tanto cotidiana como ritual, lo cual trasciende y se incorpora hasta en sus sueños.
Se espera que la investigación, que ha sido financiada por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM y el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, continúe para ampliarla a otro tipo de fauna y fenómenos meteorológicos (viento, huracanes) y elementos geográficos (ríos, montañas durante sismos, etcétera).
Hay elementos que se comunican por medio del sonido y que ni arqueólogos ni antropólogos les habían dado la importancia que tienen. Además, se planea extenderla con las comunidades lacandonas y yucatecas.