El arte le permite al ser humano interpretar al mundo que lo rodea representando cuestiones relacionadas con la imaginación, a partir de recursos plásticos, sonoros, escénicos, lingüísticos, etcétera, asevera la académica del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Riánsares Lozano de la Pola.

Efectivamente, la expresión artística es una gran productora de conocimientos y, a la vez, un lugar para compartirlos; es también un espacio generador de conversaciones, una manifestación de la actividad humana, precisa la especialista en Historia del Arte.

En entrevista en ocasión del Día Mundial del Arte –que desde 2019 se conmemora el 15 de abril, para reconocerlo como un lenguaje universal que puede trascender barreras culturales, sociales y políticas–, la investigadora universitaria señala:

En la segunda mitad del siglo pasado, a partir de la década de 1960, surgieron nuevas perspectivas de análisis crítico, así como movimientos relacionados con lo poscolonial, lo descolonial y, desde luego, los feminismos, movimiento social que ha influenciado el mundo del arte y marcado una profunda huella en este.

A lo largo del último medio siglo, el arte y los feminismos se han enlazado y trabajan juntos con la intención de visibilizar cosas que hasta entonces estaban totalmente ocultas: las historias de las mujeres, sus demandas políticas, reclamos y la necesidad de aparecer en el espacio público. En este sentido, la práctica artística ha resultado un vehículo capital para generar relatos visuales y un medio privilegiado para la denuncia, la demanda, pero además para la expresión de nuestros deseos.

Al respecto, argumenta que, en la actualidad, dentro del activismo de dicho movimiento de lucha se genera gran producción visual a través de los carteles y pancartas que elaboran las jóvenes, a partir de los usos del cuerpo en el espacio público.

“Esos materiales, también desde el arte, empiezan a ser analizados como producciones artísticas y culturales; es decir, qué significan los lemas pintados de ciertas maneras, o las imágenes que nos representan dentro del movimiento, entre otros aspectos”.

En el caso mexicano podemos mencionar el trabajo de Mónica Mayer, Lorena Wolffer, Magali Lara, Naomi Rincón Gallardo, Lía García; o la práctica de colectivas como Polvo de Gallina Negra o Invasorix. Todas ellas son representantes del movimiento artístico feminista.

Expresarse en el lienzo

La investigadora de la UNAM centra su trabajo en prácticas culturales contemporáneas: el arte político. Labora, sobre todo, con el feminista producido, entre otras, por internas en el Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla, en el proyecto Mujeres en Espiral, creado en la UNAM en 2008.

Lozano de la Pola destaca que se ha buscado acceso más justo de las presas al sistema de justicia y a la vida. Hemos visto que la práctica artística es quizá la vía más efectiva porque se trata de personas violentadas por el sistema penal y jurídico, y también por la sociedad.

“Para ellas, en ocasiones, hablar no es suficiente para expresar lo que han vivido, pero al ayudarles a acceder a imágenes o brindarles la posibilidad de trabajar en conjunto para pintar una historia colectiva, de repente los relatos e historias empiezan a salir de otra manera y sus demandas tienen un cuerpo distinto”, manifiesta.

Al tomar un pincel o la pluma sienten la libertad de decir lo que desean y lo han podido plasmar en los murales pintados dentro de Santa Martha, al igual que en las páginas de los fanzines, materiales que luego han servido a las y los abogados de la Clínica de Litigio Estratégico Marisela Escobedo, que han acompañado algunos de sus procesos penales, detalla.

“En Santa Martha trabajamos con procesos largos de sensibilización y acceso a la formación con perspectiva de género, y luego utilizamos la práctica artística como un vehículo para generar discursos visuales individuales y colectivos, relacionados con sus experiencias, con las condiciones de vida de las mujeres en prisión, con sus deseos y sus anhelos”, plantea la investigadora universitaria.

En evolución

Anteriormente se ofrecían definiciones universales del arte; es decir, como si fuera siempre lo mismo en todos los lugares y las épocas, fundamentado en ideas clave como la existencia de un genio creador y con cierta esfera de autonomía.

“Es decir, una práctica distinta a otras actividades humanas que, además, se definía a partir del concepto clasificador de las Bellas Artes, que separaba eso que denominábamos las artes mayores: pintura, escultura, arquitectura, etcétera, en las que la belleza, además, aparecía como un elemento fundamental”, puntualiza.

El concepto tuvo un embate significativo en el siglo XX, impulsado primero por el cambio de las vanguardias que empezaron a plantear desplazamientos importantes como la incorporación de nuevos materiales.

De pronto ya no estábamos hablando solo de pintura, escultura, arquitectura, también aparecía el cuerpo como material artístico; la naturaleza pasaba a formar parte de las propias obras, además de objetos que en apariencia no tenían ningún valor artístico pero que, al incorporarlo a la obra, adquirían otra forma de interpretación, resalta Lozano de la Pola.

Empezaron a diversificarse los temas que teníamos; el concepto de belleza tuvo un cambio del que nunca se recuperaría. Afirma que a pesar de las diversificaciones, evoluciones y cambios, es un espacio de producción que siempre ha estado regido por la sensibilidad; es un lugar de creación cuyo lenguaje es más accesible, para la mayoría, que otros lenguajes como el jurídico, médico o el económico.

Es una puerta de acceso, una ventana para la producción de significados, para la generación de emociones que pueden ser compartidas por diferentes comunidades; también para el levantamiento de pasiones, deseos; o bien, la producción de grandes desacuerdos, como lo que se ha visto con polémicas recientes en exhibiciones contemporáneas.

Ejemplos recientes de ello son la obra de Ana Gallardo, “Extracto para un fracasado proyecto, 2011-2024”, la cual formó parte de la exposición titulada “Tembló acá un delirio” presentada en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM. Esta pieza fue denunciada por una parte del público y varias activistas al considerar que revictimizaba a las mujeres que residen en Casa Xochiquetzal, un albergue que brinda apoyo a trabajadoras sexuales de la tercera edad.

Asimismo, la exposición “La Venida del Señor”, de Fabián Cháirez, realizada en la Academia de San Carlos de la UNAM, que generó polémica por sus representaciones de personajes religiosos en contextos homoeróticos y lésbicos.

A decir de Lozano de la Pola, en estos momentos de crisis que experimentamos a nivel global, en un universo con serios problemas políticos, sociales y ambientales, el arte es refugio y es trinchera: un lugar desde donde podemos repeler estos ataques de odio que vivimos, salvaguardar y reclamar la sobrevivencia de la diversidad. Es un espacio para la producción de diálogos desde donde defender el intercambio de esto que llamamos los saberes plurales.

Acceder a él es un derecho humano, aunque también la producción artística que conmemoramos este día está enlazada con otras cuestiones fundamentales que ha defendido la Unesco a lo largo de su historia: los patrimonios de la humanidad y la educación, que es otro polo fundamental cuando pensamos en la importancia del arte, concluye.