A lo largo de su carrera el artista mexicano Manuel Felguérez “experimentó con todas las formas posibles de las artes plásticas hasta  conjuntar escultura, pintura y arquitectura”, así afirmó Rita Eder, investigadora emérita del Instituto de Investigaciones Estéticas.

 

“Es un artista de gran relevancia para el arte moderno mexicano, y justamente en el Auditorio Mario de la Cueva donde está uno de sus murales, El centro de las formas, muestra cómo pasó de ser un artista abstracto interesado en el tachismo y el informalismo a ser un artista abstracto geométrico donde establece relaciones entre arte y ciencia.

 

“El tema de la abstracción en México es complejo e interesante. Puede decirse que este artista contribuyó a legitimar la abstracción en el medio artístico mexicano. El antecedente de Felguérez y la llamada Generación de Ruptura es, desde luego, el muralismo mexicano, en el que aparentemente la abstracción y las vanguardias no tenían lugar. Pero si uno analiza el trabajo, por ejemplo, de David Alfaro Siqueiros o Diego Rivera, puede verse que estaban inmersos en ciertos aspectos de la vanguardia como el cubismo y el futurismo (este sería otro tema). No una vanguardia declarada, porque su idea era que el estilo y los contenidos del muralismo tendrían que estar cercanos a ciertas tradiciones provenientes del realismo.

 

“Había, por un lado, la idea de un arte social ligado ineludiblemente al realismo –idea que surge en México con la Revolución–, pero después se convirtió en un instrumento de la Guerra Fría y la lucha cultural  que se dio entre las grandes potencias donde el arte abstracto aparece vinculado con las clases privilegiadas, la burguesía y el imperialismo. En los años 50 del siglo pasado surge una nueva generación, entre ellos Manuel Felguérez, quien viaja a París en los tardíos años 40 y se abre a las corrientes de vanguardia. De París regresa a México, muy identificado con distintos tipos de abstracción y transita de una pintura informal a lo geométrico y constructivo como vemos en El centro de las formas”, agregó la especialista.

 

El mural

 

Ubicado en el piso 14 de la Torre II de Humanidades, el Auditorio Mario de la Cueva ostenta entre sus paredes El centro de la formas, pieza que destaca por las intensas tonalidades rojizas de su madera y sus figuras geométricas en contraste con su fondo plateado.

 

La obra, apuntó Rita Eder, “está muy ligada a una nueva etapa en la obra de Felguérez, quien hacia los tempranos años 70 del siglo pasado hizo una exposición que se llamó El espacio múltiple, en la que se ve un cambio radical. Pocos años antes había empezado a experimentar con relieves policromos y esa experiencia la lleva a un conjunto de obras agrupadas bajo el título: El espacio múltiple y seguirá trabajando sobre la idea de cómo combinar las formas geométricas.

 

“A mediados de los años 70 se interesó por la relación arte y ciencia, entonces junto con Mayer Sasson, un matemático que tenía idea de cómo establecer relaciones entre la tecnología y el arte, particularmente la computadora, se lanzaron ha darle forma al proyecto: La máquina estética.

 

“Felguérez ya había tenido interés por la computadora como creador de formas. Al obtener una Beca Guggenheim y ser parte de la UNAM –porque él fue profesor de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y formó parte del Instituto de Investigaciones Estéticas– inició en el año 75, junto con Mayer Sasson, este proyecto en la Universidad  de Harvard”.