La piedra campana – conocida así porque al ser percutida timbra o emite sonidos similares a ese objeto- la cual fue encontrada en la zona otomí de Ixmiquilpan, Hidalgo, por la etnóloga María Angélica Galicia Gordillo, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, cuenta además con inscripciones rupestres que aún no han sido interpretadas.

Al interior de la pieza, cuyo peso es de dos a tres toneladas, se encuentran pinturas; “un fenómeno así tan significativo no puede ser azaroso. Es una piedra en solitario, no hay nada alrededor de esta”, confirmó al concluir en este año la interpretación del hallazgo.

El descubrimiento se realizó en 2014 como parte de las investigaciones que la también historiadora universitaria lleva a cabo sobre la trayectoria y narrativa del mito de los uemas (personas gigantes) del pueblo otomí, quienes según la tradición oral de los pobladores “fueron quienes colocaron dicha piedra donde se encuentra actualmente”.

En algunos códices, específicamente en el denominado “Vaticano A”, argumentó la doctora en Antropología e integrante del Sistema Nacional de Investigadores, podría realizarse una referencia específica sobre estos “gigantes” que fueron registrados a través de una pintura cuando a los indígenas, asentados en esta parte del centro del país, los españoles les pedían que les relataran sus ideas, aunque la mayoría de esta información fue destruida.

“En una de las placas del mencionado códice aparecen los gigantes, y en la descripción del documento narra que hubo una era en donde vivían varios de estos personajes, calculan que medían entre tres y seis metros de altura; a partir de ese mito, los pobladores hicieron sus interpretaciones”.

Los habitantes en Ixmiquilpan, agregó, recuerdan que las pinturas son tan altas en la iglesia que esas obras y el inmueble no pudieron haber sido realizados más que por seres enormes. “Quiere decir que es un mito vigente, es una historia que ha pasado de generación en generación. Me han dicho que los gigantes tenían coronas, descrito cómo vivían en cuevas, tal y como aparece en algunos documentos acreditados”.

Importancia del hallazgo

 

La piedra está en solitario, no era fácil encontrarla, ¿qué hace una mole pétrea ahí, con estas características, que además de ser sonora está pintada? planteó la investigadora del IIA.

La tradición oral de los habitantes, continuó, refiere que la piedra campana era parte de una gran iglesia, así se lo dijo don Silviano Pérez, habitante del lugar. Al respecto, la especialista comentó: “si bien la parte de Ixmiquilpan no se caracteriza por la monumentalidad arqueológica, poder descubrir la profundidad histórica es importante para la reconstrucción de historias regionales”.

Existen además expresiones desde la prehistoria hasta los mexicas, en las cuales los antiguos mexicanos pintaban en las piedras o grababan. Las pinturas rupestres tienen este valor porque pueden ayudar a cronometrar la existencia de las comunidades.

“La segunda importancia es dar a conocer este tipo de manifestaciones porque la comunidad debe saber cuál es su historia y poderla proteger. Con esto, poder dar al mito de los gigantes una dimensión histórica, además de trabajar en la interpretación de las pinturas y concretar una primera datación”, anotó.

Este descubrimiento fue realizado gracias al trabajo documental y de campo de universitarios. “Poco se habla de hallazgos de especialistas que no son arqueólogos, pero es también a través de la etnografía que podemos tener acceso a esto”, finalizó.