Para hablar de su mural Historia de un espacio matemático, que realizó en 1980 en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, así como de otros temas, el pintor y escultor mexicano Federico Silva, quien el pasado 16 de septiembre cumplió 99 años, concedió a Gaceta UNAM una entrevista exclusiva en su casa de Tlaxcala.
—¿Por qué pintó ese mural en la Facultad de Ingeniería?
—Yo tenía un vínculo antiguo con el ingeniero Javier Jiménez Espriú, quien entonces era el director de dicha Facultad. Él siempre se interesó en las artes plásticas y me invitaba a participar cuando había alguna actividad relacionada con ellas. Un día me dijo que quería vincular la Facultad de Ingeniería con la pintura y me invitó a pintar un mural en los muros que rodean las escaleras del vestíbulo del Auditorio Javier Barrios Sierra. Era un espacio propicio para ello. El ingeniero Jiménez Espriú me brindó todas las facilidades”.
De acuerdo con Silva, el título de este mural, Historia de un espacio matemático, surgió de la observación del sitio donde lo pintaría, hecha desde las escaleras del vestíbulo de la Facultad de Ingeniería.
“Era un espacio muy generoso. Me interesaba que el mural fuera sobre las matemáticas y la ingeniería porque en esos años yo me ocupaba mucho de la tercera dimensión. El lugar favorecía ese discurso. Estaba que ni mandado hacer”, agrega.
—¿Qué es el espacio matemático?
—Es el espacio mismo, su multiplicación en planos… El vestíbulo de la Facultad de Ingeniería mostraba una gran actividad: la gente entraba y salía de él. En fin, era propicio para pintar un mural, aunque no faltaron los jóvenes que se molestaron y me chiflaron cuando yo ya lo estaba trazando. Sin embargo, ni siquiera tuve que responderles, pues otros estudiantes les gritaron: ‘¡Cállense, pendejos, no saben ni de qué se trata!’ En aquella época, yo tenía la inquietud de integrar la pintura y la escultura con la ingeniería y la técnica. Estaba buscando asociar las artes a la ciencia y la técnica: ése era el discurso. Y muchos me apoyaban.
Con líneas rectas
Se dice que Historia de un espacio matemático es el primer mural abstracto pintado en México. Federico Silva opina que, en general, la pintura mural, en sí misma, es una propuesta abstracta geométrica.
“La estructura de un mural es inevitablemente geométrica. La pintura mural no puede separarse de la geometría porque es una concreción en muros, en superficies, en algo que va determinando soluciones. Además, el espectador le impone una geometría en la medida en que se mueve y lo observa. Es un arte que cambia, se transforma. No tiene nada que ver con la pintura de caballete”.
—¿Por qué pintó este mural únicamente con líneas rectas?
—Porque las líneas curvas suavizan. Pueden ser favorables si alguien persigue la suavidad. En cambio, las líneas rectas integran estructuras más precisas, estructuras plásticas formales.
Una vez que Silva concluyó el mural Historia de un espacio matemático, no pocos estudiantes le preguntaron cuál era su significado, por lo que el artista plástico les respondió: “Si la pintura y la música tuvieran que ser explicadas, se llamarían literatura”. Y aún hoy en día sigue pensando exactamente lo mismo.
“Cada una de esas artes tiene un peso particular. En cuanto a la pintura, forma parte de una unidad que se enriquece por la diversidad y la métrica del espacio. El espacio y su geometría siempre se encuentran presentes en el arte de la pintura mural; pero este espacio no es un espacio de un rincón, sino de un universo de sombras, de luz y de movimiento”, sostiene.
Afán de perfeccionismo
Según la bitácora de Roberto Acuña, asistente de Silva, el mural Historia de un espacio matemático comenzó a elaborarse el primero de mayo de 1980 y se inauguró el 16 de septiembre de ese mismo año, aunque Acuña apunta que, en realidad, los trabajos terminaron el 12 de febrero de 1981 debido al afán de perfeccionismo del maestro.
—¿Por qué continuó trabajando en este mural después de haber sido inaugurado?
—Porque no lo había acabado. Su inauguración estaba determinada por las fechas de los académicos; pero yo trabajaba con un tiempo diferente al de ellos. Yo quería integrar formas, mientras ellos querían generar teorías.
Por lo que se refiere a su trato con David Alfaro Siqueiros, Silva recuerda que la enseñanza más importante que le dejó el artista plástico chihuahuense fue su poderoso impulso por integrar el espacio mural en un todo, en lugar de dividirlo en cuadritos.
“De él aprendí a moverme en ese espacio que él veía como el más adecuado para el muralismo”, afirma.
—¿Cómo fue la relación de su quehacer plástico con la política?
—No lo sé… Lo que sí sé es que si el quehacer plástico se desliga de la política se pierde, porque uno empieza a trabajar en una tradición que aparentemente es más valiosa y original, pero sólo aparentemente. Si la forma no tiene un contenido filosófico que la sostenga, por sí misma no es nada.
Después de pintar Historia de un espacio matemático, Silva tomó un camino que lo llevó a la confección de esculturas monumentales como Serpientes del Pedregal, la cual hizo hacia 1986, con piedra volcánica, en el Paseo de las Esculturas de Ciudad Universitaria.
Acerca de este tránsito de una pintura geométrica a formas escultóricas integradas con la naturaleza, declara: “Todas las artes se complementan, se hermanan. Ahora bien, tanto la pintura mural como la escultura deben apoyarse en la geometría y en un contenido filosófico sólido. En el fondo, son la misma cosa”.
Algunas personas quizá se sorprendieron de que Federico Silva hubiera pasado de una pintura abstracta a esculturas con algunos elementos figurativos, aunque geometrizados.
“Sin embargo, yo creo que la abstracción y la figuración marchan juntas en la pintura mural y aun más en la escultura. Ésta reclama formas muy precisas, muy concretas. La figuración es lo que la sostiene físicamente”, acota.
—¿Cómo se llevaba con la crítica e historiadora del arte mexicano Raquel Tibol?
—No teníamos una buena relación. Cuando ella podía, me atacaba y yo entonces la contraatacaba. Así fue como nos fuimos destruyendo mutuamente.
—¿Cuál fue el aporte de los muralistas mexicanos al muralismo del resto del mundo?
—Ellos fueron los primeros que empezaron a ver el espacio mural como un espacio matemático activo, en movimiento, y no como un cuadrito o muchos cuadritos –contesta por último el pintor y escultor quien, junto con otros artistas plásticos, creó el Espacio Escultórico en Ciudad Universitaria y que actualmente trabaja en algunas obras inéditas para la exposición que le será dedicada próximamente en el Palacio de Bellas Artes y que llevará por nombre Batalla y fraternidad.