El planeta enfrenta diversas crisis -energéticas, ambientales, económicas y sociales- derivadas de los modelos de desarrollo, basados en la extracción intensiva de recursos, la degradación de los sistemas biofísicos y su distribución desigual entre la humanidad, afirmó la académica de la Facultad de Ciencias de la UNAM, Julia Carabias Lillo.
“Si estas crisis las hemos generado los humanos, también está en nuestras manos resolverlas”, añadió la doctora honoris causa por esta casa de estudios al participar en el Foro 20.20 “Diseñando el futuro”, enfocado a la Sustentabilidad, el cual fue organizado por Fundación UNAM.
La experta universitaria dijo que en los últimos 50 años la población se duplicó, pero la extracción de recursos y de energía se triplicó; el comercio se incrementó por 10 y la economía global creció cinco veces. Sin embargo, casi la mitad de la población vive en pobreza, 700 millones de personas padecen hambre, tres mil 200 millones están afectados por la degradación de la tierra y cada año se registran nueve millones de muertes prematuras a causa de la contaminación.
Las crisis ambientales implican un estado de riesgo de las condiciones estables de los sistemas biofísicos planetarios que dieron origen a la vida tal y como la conocemos hoy, y cuyas causas son de origen antropogénico, agregó en el Foro presidido por Dionisio Meade y García de León, presidente del Consejo Directivo de Fundación UNAM.
Entre las causas -enumeró la ganadora de la Medalla Belisario Domínguez- están: deforestación, contaminación, sobreexplotación, cambio climático, producción de alimentos, tráfico de especies, descargas urbanas, desechos sólidos, transporte y electricidad, así como el desarrollo urbano y la infraestructura.
En el auditorio Maestro Jesús Silva Herzog, del posgrado de Economía, indicó que para cambiar estas condiciones se requiere poner énfasis en el manejo sustentable de la biodiversidad, establecer nuevas estrategias alimentarias y energéticas, además de realizar una planeación adecuada para lograr ciudades sustentables.
En el caso del manejo sustentable de la biodiversidad, implicaría impulsar la deforestación cero, fortalecer el sistema de áreas protegidas, establecer cadenas de mercado diferentes para productos verdes, proporcionar opciones de empleo para quienes carecen de tierra; fomentar el manejo forestal sustentable, de vida silvestre y ecoturismo, entre otras.
“Se ha cuantificado que si logramos al menos mantener el 37 por ciento de ecosistemas marinos y 30 por ciento de superficie terrestre lograríamos esos equilibrios”, aseguró.
La nueva estrategia alimentaria debería reducir el desperdicio, fomentar prácticas agrícolas sostenibles, regular y controlar la agroindustria, ordenar la pesquería, disminuir el consumo de cárnicos y lácteos, señaló Carabias Lillo.
Fuentes contaminantes
Al hacer uso de la palabra, Meade y García de León señaló que la pandemia por la COVID-19 dejó múltiples lecciones, y a la luz de esta nueva realidad es necesario discutir cuál debe ser la estrategia de las políticas públicas para diseñar el futuro.
En ese sentido, afirmó, las estrategias de sustentabilidad no pueden ser consideradas como complementarias, sino parte fundamental de la visión para enfrentar el futuro. Durante el confinamiento, en diversas partes fueron vistas diferentes especies deambulando por las calles, en ciudades, como si reclamaran un trato distinto y nuevas formas de relacionarnos con ellos.
En su oportunidad, el investigador del Centro de Geociencias, Luca Ferrari, expuso que también se rebasaron los límites planetarios en cuanto a los recursos energéticos y en solamente 60 años se ha más que duplicado nuestra huella ecológica, por el uso desmedido de la energía.
Si bien el descubrimiento de los combustibles fósiles -a base de carbón, petróleo y gas- han permitido, en los últimos dos siglos, crecer 18 veces la cantidad de energía y expandir las actividades humanas, esto ha generado consecuencias ecológicas y ambientales negativas.
“Tenemos que tomar en cuenta que esta civilización industrial -donde una parte de la población vive con agua, electricidad, internet, gasolina, comida disponible todo el tiempo-, se ha construido sobre estas fuentes contaminantes”, abundó.
Al presentar su ponencia “Crisis energética, ecológica y social: tiempo de repensar el concepto de desarrollo sostenible”, aseveró que 80 por ciento de la energía que se consume en el planeta es de combustibles fósiles.
Aunado a lo anterior, cada vez son más caras debido a la dificultad para conseguirlas. Por ejemplo, de 2005 a 2010 se llegó al máximo de la producción de petróleo convencional y empezó a extraerse petróleo y gas no convencionales, a través del fracking. “Son recursos de muy baja calidad, que requiere muchísima energía y tienen un impacto ambiental muy grande”, destacó en el Foro moderado por la coordinadora del Consejo Académico del Área de las Ciencias Sociales, Leticia Cano Soriano.
La crisis energética, añadió el experto, se vincula a la social y una muestra de ello es que 10 por ciento de la población más rica del mundo es responsable de casi 50 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, e históricamente los 23 países más ricos han emitido lo mismo que los 150 restantes.
Esta desigualdad también se reproduce al interior de las naciones. En México, por ejemplo, el decil más rico de la población emite siete veces más emisiones que los deciles más pobres.
El experto comentó que hay estudios que alertan sobre amenazas a la biodiversidad si se impulsa la minería con el fin de generar materiales para las energías renovables.
Un futuro sustentable –prosiguió– necesita tomar en cuenta los límites biofísicos del planeta, disminuir el sobreconsumo de energía, principalmente de los países y sectores más ricos, consumir lo que se produce localmente, fomentar la agricultura no dependiente de los combustibles fósiles, crear mayores bienes duraderos y que se estos se puedan reciclar.
En tanto, Diego Rafael Pérez Salicrup, director del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, presentó la conferencia “El manejo adecuado de los socio-ecosistemas como una condición ineludible para la sustentabilidad”, en la cual explicó parte de sus estudios de la ecología del fuego, relacionados con la migración de las mariposas monarcas, desde Estados Unidos y Canadá hacia bosques de la parte central de nuestro país, de la Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca.
Este espacio abarca 56 mil 259 hectáreas, de las cuales 600 están en manos del gobierno federal, y el resto de comunidades rurales e indígenas. Es hogar de más de 27 mil personas de 63 localidades, en las cuales, históricamente, ha habido incendios de baja intensidad.
Con esos grupos, precisó, se elaboró un plan participativo de manejo de la Reserva que incluye el conocimiento que estos tienen sobre el uso del fuego para fines agrícolas, ganaderos, de aprovechamiento forestal y para el mantenimiento de caminos y canales. Además, se realizaron análisis que muestran que estos bosques de oyameles, pinos y encinos se regeneran por el régimen de incendios de la zona.
Aunque no está resuelto el tema de las conflagraciones en el sitio, enfatizó Pérez Salicrup, el motivo de preocupación más importante es la expansión de huertos de aguacate -con alto valor económico- para lo cual se incendian áreas, pero también se emplean insecticidas. “Esta es una Reserva que se creó para mantener el flujo migratorio de un insecto”, remarcó.