El próximo ministro o ministra del Reino Unido debe ser alguien con carácter y personalidad suficientes para generar confianza en los niveles: político, económico y social, afirmó el coordinador del Centro de Estudios Europeos de la Facultad de Ciencias Política y Sociales (FCPyS) de la UNAM, Dámaso Morales Ramírez.

Apenas seis semanas después de haber asumido el cargo como primera ministra del Reino Unido, Liz Truss renunció en medio de una tormenta económica y política, resultado de su plan de impuestos, entre otras razones.

“No puedo cumplir con el mandato para el que me eligieron. Ya anuncié al rey mi decisión de dimitir”, con esas palabras Truss es la jefa de gobierno que menos tiempo ha durado en el poder en la historia de Reino Unido. Sin embargo, permanecerá en su puesto hasta que se le encuentre un sustituto.

Su rápida caída creó un caos en el Partido Conservador, al que pertenece, similar a la desorganizada partida de Boris Johnson como primer ministro en la primera semana de septiembre.

En sólo una semana, el Partido debe elegir un nuevo primer ministro, aunque la oposición laborista exige que se adelanten nuevas elecciones. A esa demanda se sumó la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon.

 

“Son varios factores, uno de ellos es que Liz Truss no llegó al puesto de primera ministra por el voto del pueblo británico, sino por una decisión del Partido Conservador. De acuerdo con las leyes y las costumbres británicas, le corresponde al partido en el poder, en este caso al conservador, elegir entre los suyos al que sería primer o primera ministra después de la salida de Boris Johnson”, explicó Morales Ramírez.

Era tanta la debilidad y descrédito de Boris Johnson en el momento de su renuncia que esa falta de credibilidad se trasladó al Partido Conservador como consecuencia de sus escándalos. En ese contexto llegó Liz Truss, abundó el especialista en Relaciones Internacionales.

Unos días antes de su fallecimiento, recordó, la reina Isabel recibió a la nueva primera ministra. Hubo un cambio de corona, lo cual no es un proceso fácil para el pueblo británico.

“Frente a este acto sombrío se sumó otro igual, que es la guerra de Ucrania y sus consecuencias, en particular la crisis energética en toda Europa, principalmente en los precios del gas, que en Inglaterra han aumentado más de 80 por ciento. Frente al inminente invierno es una mala noticia para el consumidor común y corriente”, prosiguió.

Recordemos que venimos de dos años de pandemia, cuya consecuencia sigue siendo una desaceleración económica. El panorama en Reino Unido no es luminoso, sino como su clima: sombrío. Pero no sólo por el aumento en los precios del gas, sino también por la inflación en general que golpea al país, en especial a los alimentos.

Más de corte popular

El investigador indicó que “en algunos estudios del Banco Central se establece que con toda seguridad el año próximo el Reino Unido va a entrar en una recesión económica”. El plan de Truss era bajar radicalmente los impuestos al consumo, pero también a las grandes corporaciones y, además, congelaría los precios de los energéticos durante dos años. Adicionalmente, proponía una serie de medidas que parecían más de corte popular que estrictamente económicas. “Pareciera que su plan económico respondía más a un acto de interés político-electoral que a una realidad económica”.

Ante ese plan hubo dos respuestas: una fue de la propia Liz Truss de dar certeza al pueblo británico, una luz de esperanza. La otra, la de los grandes mercados que reaccionaron de muy mala manera, incluso el Banco Central (autónomo, con sus propios estudios) consideró que los planes de la primera ministra no eran confiables, que generarían un gran boquete financiero y un déficit fiscal, arruinaría al Reino Unido.

Esto tenemos que tomarlo con cierto cuidado, apuntó el profesor Morales. Es cierto, las medidas tomadas por la todavía primera ministra generarían un boquete económico, financiero y fiscal importante que dañaría gravemente a la economía británica, pero también es cierto que saldrían perdiendo las grandes corporaciones e instituciones financieras.

Un caso similar es el de Silvio Berlusconi en Italia, quien estuvo mezclado en varios escándalos, incluso se le acusó de tener relaciones con una joven menor de edad. Esa grave situación no lo pudo tirar, pero lo que sí lo tumbó del poder fueron sus medidas económicas y las malas calificaciones de los mercados italianos e internacionales.

Mencionó que ello habla del poder informal de las grandes corporaciones y de los bancos que, ante lo inviable del proyecto económico de Truss, presionaron a los miembros del Partido Conservador para su salida. “La renuncia de su ministro de finanzas fue simbólica y se le se sumó la dimisión del ministro del Tesoro, dos pilares importantes en cualquier proceso económico.

También hubo “fuego amigo” porque los legisladores de su propio partido fueron abandonándola. “Por ejemplo, en una reunión celebrada en Birmingham hubo muchos lugares vacíos. En parte porque no asistieron miembros de su partido y, porque hubo una huelga de ferrocarrileros. Esto último señala la inestabilidad y desilusión de la situación en país”.

El plan económico fallido

“Truss tenía un grupo de asesores importante, gente con mucha experiencia porque ella no es capaz de desarrollar un plan económico, pero la lectura es que no quiso escuchar y avanzó con el propio”. Buscó una salida política rápida con buenos resultados inmediatos, pero su plan cayó como una bomba, no sólo para el Banco Central, sino también para universidades y bancos, que señalaron que su estrategia no tendría buenos resultados, comentó Morales Ramírez.

Frente al abandono de su partido, ella comentó que se sostendría como primera ministra aunque su tasa de aceptación entre el pueblo británico había caído drásticamente. Todavía la semana pasada, ante la renuncia de su ministro de finanzas, dijo que no renunciaría.