La polarización que se registra en Brasil a partir del triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales, se trata de la diferencia entre dos proyectos y de la defensa o no de la democracia, como un lugar a partir del cual se pueda pensar el futuro de esa nación.

 

Además, fortalece un proceso en el que los pueblos y las fuerzas de izquierda de diversas posturas en América Latina y el Caribe se consolidan. Es una etapa histórica: nunca la región había vivido un momento en que tantos países estuvieran gobernados por proyectos de esa ideología, más allá de sus diferencias naturales, plantearon académicos de la UNAM.

 

Al participar en la conferencia de prensa a distancia “Brasil: ¿después de las elecciones…?”, Regina Crespo Franzoni, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, de la Universidad Nacional, señaló:

 

El mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, llevó a cabo un proyecto de destrucción de la política de inclusión social implementada por los gobiernos anteriores del Partido de los Trabajadores, que fue desmontada y ahora “tememos una misión muy compleja que enfrentará Lula los próximos meses y años”.

 

La universitaria manifestó “ausencia de sentido crítico” de la masa de bolsonaristas para entender que se perdió la elección presidencial, pero también se logró construir en el tiempo una base de derecha clara, con la cual el gobierno que comienza el próximo 1 de enero tendrá dificultades para lidiar.

 

La experta destacó que Brasil es, por definición, un país injusto, desigual y absolutamente conservador, y eso es “caldo de cultivo” eficaz para varios elementos relacionados con la apología de la dictadura de los años de 1964 a 1985, que es vendida a la gente sin memoria histórica como un “periodo excelente” de crecimiento, orden y progreso.

 

Asimismo, ha propiciado una política de fake news: los brasileños prácticamente se informan por redes sociales como WhatsApp y ese es un elemento perfecto para una política de desinformación, antiintelectualismo y demonización de la política como herramienta legítima de transformación social, recalcó Crespo Franzoni.

 

También permite la construcción de un “enemigo interno”: “la culpa la tienen los de izquierda”, “no queremos el comunismo”, pero si se le pregunta a una persona común qué entiende por ese concepto, no sabe qué es, pero sabe que es “algo” en contra de su familia, su propiedad, Dios y la patria.

 

De igual manera, se estimuló un nacionalismo retórico que tiene una base fundamentalista. Esta agenda conservadora es una herramienta perfecta para la apología de la dictadura, de la construcción de un enemigo interno que polariza y divide a la sociedad.

 

Estimó que Lula tiene una tarea hercúlea (vigorosa) por delante; por fortuna es un político que se caracteriza por su capacidad de escucha, de diálogo y conciliación. Tendrá que acordar la agenda de la campaña y contentar a los elementos que vienen de distintas coloraciones políticas (izquierda, centro-izquierda, derecha democrática, etcétera), y dialogar con los movimientos sociales, pero no concertar “con las fuerzas que están tratando de ocasionar el caos”.

 

Esa será la dinámica en los próximos dos meses, en particular, para impedir que un nuevo proyecto de país vuelva a ser posible en una nación que está fragilizada por tanta injusticia y desmovilización, aseveró Crespo Franzoni.

 

Al hacer uso de la palabra, el profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Nayar López Castellanos, apuntó que en el ámbito exterior el triunfo de Lula debe entenderse como una segunda etapa o reconversión que se vive en el siglo XXI de esta experiencia de gobiernos denominados progresistas, en la región latinoamericana.

 

Con su llegada y la reincorporación de Brasil a la variopinta geometría política de centro hacia la izquierda, esa nación se podrá reposicionar como un factor fundamental en la integración latinoamericana, un actor esencial en la lógica de las relaciones sur-sur, y retomar una serie de iniciativas en el sentido de la integración, así como una visión soberana de la región.

 

Ojalá podamos vislumbrar una Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños más fuerte, sólida y activa, más allá de discursos bien intencionados u ocasionales, que trabaje en aspectos más profundos y estructurales. Ahí “Lula va a jugar un papel muy importante”.

 

El pueblo brasileño obtuvo un logro en las pasadas elecciones, con la victoria de Lula en medio de una guerra sucia (como el cierre de carreteras para que la gente no pudiera ir a votar).

 

Ahora, se necesita unidad en Latinoamérica porque las adversidades, incluyendo la permanente que significa Estados Unidos, y las del propio momento que vive el mundo, como el colapso ecológico, calentamiento global, etcétera, requieren de una región con una voz firme, fuerte, propositiva y de paz hacia el mundo.

 

Con Lula en la presidencia por tercera ocasión, se deberán estrechar espacios y mecanismos de cooperación, diálogo político y estrategias comunes con México. Se espera que la cercanía entre los mandatarios se pueda mostrar a nivel de gobierno, concluyó.