Los discursos nacionalistas construidos en torno a los equipos y selecciones de futbol estimulan el funcionamiento de ese deporte como espectáculo, como industria del entretenimiento, y es usado como defensa de una comunidad imaginada, por eso funciona tan bien, así lo considera Giovanni Alejandro Pérez Uriarte, maestro en Historia por la UNAM.
El investigador, especializado en historia y cultura del deporte en México y Latinoamérica, indicó que ese tipo de retórica es útil para promover el sentido de pertenencia y en usos políticos, constituidos por la industria del entretenimiento sobre la emoción, configurada como producto y servicio.
Al participar en la sesión “Futbol soccer, espacio de encuentro en América del Norte”, organizada por el Seminario de Estudios Multidisciplinarios sobre Industrias Culturales y Creativas, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, destacó también cómo el balompié debe ser un espacio para pensar y repensar nuevas masculinidades.
“El futbol como carnaval, como momento de excepción, donde todas esas masculinidades se expresan, deben pensarse y repensarse, porque ahí se filtran posturas políticas y cotidianas. El soccer proyecta posturas de cómo debe ser un hombre y es momento de cuestionarlas y reconfigurarlas; el denominado grito homofóbico en los estadios es parte del folclor; no obstante, esas actitudes interiorizadas deben cambiarse y replantearse”, detalló.
En este contexto, el sociólogo del Deporte de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), Sergio Varela Hernández, mencionó que, respecto a la relación entre las emociones y masculinidades, el futbol tiene permisividad: “La proximidad física que en otros deportes no está permitida, en el futbol sí. La celebración, los toqueteos, lo que en un ámbito público abierto no deportivo no se permitiría, en el futbol sí; llorar, besar, abrazar son parte de eso, es el espacio del carnaval, de la desestructuración social donde las cosas sí cambian y, al parecer, es un tiempo distinto a la cotidianeidad, las que podrían ser vistas como prácticas homosexuales, en el espacio futbolero están permitidas”, explicó.
En su presentación: “Tan lejos del gol, tan cerca de los Estados Unidos. La rivalidad futbolera entre México y EUA” recordó el primer partido de balompié disputado entre ambas naciones en 1934, en Roma, días antes del Mundial de Italia, con saldo a favor de los estadounidenses.
“En el ámbito político, México ha desdeñado un tanto la relación con Estados Unidos, para acreditar cierta y relativa autonomía, así como distancia. En el campo deportivo se vincula más a México con otros países del continente, mucho más hacia el sur”, agregó.
“El héroe del estadio”
Javier Pescador, académico de la Universidad Estatal de Michigan, afirmó que el espectador mexicano en Estados Unidos, guarda cierta similitud con la presencia de los aficionados regulares a los estadios de futbol americano en territorio de aquel país.
Tienen su propio juego y agenda, su manera de proyectar una imagen; no acuden por la reputación del futbol mexicano, (porque aquí no la tiene), sino porque el evento es más importante que la competencia y el propio resultado, ahí es “donde el héroe es el espectador”, precisó.
“Hay una voluntad e iniciativa para presentarse como prototipo de masculinidad, como padre, héroe y protector, que ya ‘la está haciendo en el gabacho’, ser el héroe del estadio y para desplegarse como migrante ejemplo, protagonista de esta atmósfera de carnaval”, concluyó.