En México, el índice de incidencia de caries infantil es alto, de 75 por ciento; las piezas dentales más dañadas son los molares primarios (o “de leche”). Para atender el problema que representa su pérdida o daño, en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la UNAM, se desarrolla un mantenedor de espacio que tendría diversas ventajas.

La jefa de Sección de la Clínica Odontológica Acatlán de esa entidad universitaria, Cecilia Carlota Barrera Ortega, expuso que en el Laboratorio se trabaja con un polímero sintético comercial llamado policaprolactona, que es biodegradable y biosintético.

Sus ventajas son: estar elaborado con un material novedoso, estético, funcional, con un costo menor, que se podría colocar en una sola cita, sin necesidad de mandarlo a fabricar en un laboratorio dental.

Ese material se hace funcional al agregarle nanopartículas de diferentes óxidos metálicos. “En el Laboratorio de Investigación en Nano y Biomateriales Dentales llevamos a cabo la síntesis de tales nanopartículas (diminutas, de aproximadamente 25 nanómetros) para darle a esa especie de andamio la propiedad de ser antimicrobiano y radiopaco (es decir, que al no ser atravesado por los rayos X, es visible en la radiografía como una zona blanca)”.

La meta es obtener un mantenedor de espacio para aquellos pequeños que perdieron dientes o muelas debido a la caries temprana y que deben sustituirse porque de otra manera, cuando vengan los dientes permanentes, se presentará una maloclusión (o incorrecta alineación de los dientes), que es la segunda enfermedad más frecuente en menores, después de la caries.

Los andamios están diseñados para colocarse en un medio donde hay abundantes bacterias; esos polímeros se degradan con el tiempo, y al momento de hacerlo liberan las nanopartículas que carecen de efectos tóxicos, pero tienen antimicrobianos para ayudar a disminuir, en primera instancia, la caries y también la biopelícula conocida comúnmente como placa dentobacteriana.

En la literatura científica, explicó la universitaria, existen numerosas nanopartículas de óxidos metálicos con esa capacidad; sin embargo, no todas son útiles. Las de cobre, por ejemplo, poseen buenas propiedades antimicrobianas, pero tiñen de negro y no sería estético colocarlas en la boca de un paciente. Por ello, se eligieron las de óxido de zinc, magnesio y bismuto.

La especialista en odontopediatría, y maestra y doctora en ciencias, señaló que esta es la primera vez que se intenta otorgar una aplicación de este tipo a esos materiales. “La policaprolactona se ha usado para hacer electrohilado; es decir, mallas para que las células puedan ‘caminar’. Lo que nosotros estamos desarrollando es un bulk o bloque, al que se agregan diferentes nanopartículas para ver su efecto antimicrobiano durante varios días y después ponerlo en un medio biológico”.

En la primera fase, la investigación consiste en “dopar o funcionalizar” el polímero con las nanopartículas y probarlo con células. Luego, se pondrá en contacto con bacterias, posteriormente se probaría en un modelo animal hasta llegar a utilizarse en pacientes.

Se requiere un mantenedor de espacio intramucoso, no invasivo, cuando el pequeño tiene un proceso infeccioso, pero no puede tomar antibióticos de manera prolongada, por lo que se necesita extraer la pieza para evitar que se complique la situación.

En infantes a partir de los tres o cuatro años se puede requerir ese andamio, a fin de que permanezca disponible el espacio para el molar permanente que todavía no va a erupcionar, y que cuando venga el recambio se haga de manera normal. En este caso, la ventaja sería contar con un mantenedor que se degrada con el tiempo y evita infecciones.

La policaprolactona tiene una ventaja más: se puede manipular porque su punto de fusión ocurre a los 60 grados Celsius; “no nos quemamos, y ya con las nanopartículas embebidas, podríamos colocarlo en el paciente en una sola cita; de acuerdo con su crecimiento cráneo-facial y con base en una radiografía previa, se diseña en ese mismo momento”.

Hasta ahora se utilizan mantenedores de espacio metálicos y se requieren dos citas porque se mandan a elaborar en un laboratorio. En este caso el manejo conductual del paciente pediátrico no es trivial, recalcó Barrera Ortega, y menos si tiene dolor o presenta mal tratamiento previo.

En esta situación sería innecesario cambiar el andamio en lo que brota el diente definitivo; sólo se podría monitorear radiográficamente, como establece la norma ISO-4049. “Al utilizar el polímero con las nanopartículas de óxidos metálicos, mediante una radiografía, podremos conocer la condición del material a través del tiempo”, detalló.

El estudio en el Laboratorio de Investigación en Nano y Biomateriales Dentales -donde se forman recursos humanos de excelencia, especialmente en estomatología pediátrica, y se albergan estudiantes de las carreras cirujano dentista, ingeniería, física y química-, se encuentra en la fase de ciencia básica, de funcionalización y caracterización física, química y biológica.

“Ya conocemos mucho de las características físicas del nanomaterial, en cuanto a dureza, elasticidad y rugosidad. También se ha hecho su caracterización química: con difracción de rayos X se ha corroborado que las nanopartículas colocadas son las que se desea y que tienen el tamaño adecuado; asimismo, se han utilizado las técnicas de infrarrojo y espectroscopia Raman”.

Sigue la caracterización biológica del material con la bacteria Staphylococcus aureus y con células troncales de origen mesenquimal (multipotentes). La meta es ayudar a la población a tener un andamio económico, evitar el manejo traumático de los pacientes pediátricos y prevenir la maloclusión.

La universitaria recomendó a los padres de familia llevar a sus hijos cada seis meses a revisión dental con un odontopediatra, experto en tratarlos. Además, apoyarlos en el cepillado y ser ejemplo para que, al verlos realizar la higiene bucal, adquirirán este hábito.