La conexión entre clima y derechos humanos es necesaria para entender que nuestro contexto social está conectado con el medio ambiente y, por lo tanto, con la calidad de vida y dignidad humana, aseguró Sheila Watt-Cloutier, activista inuit canadiense.

Durante las conversaciones temáticas “Cambio climático y desarrollo local sustentable”, que forman parte de los trabajos del Primer Coloquio Internacional: La Humanidad Amenazada, ¿Quién se hace cargo del futuro?”,la también nominada al Premio Nobel de la Paz destacó que el centro de los problemas que enfrentamos como humanidad está en el calentamiento global.

“Es importante comenzar a separarse de las iniciativas de producción codependientes que ha implementado el colonialismo y tratar de tener iniciativas liberadoras, que fortalezcan la cultura y las raíces de los pueblos y comunidades”, afirmó.

Para la académica, la cultura y la reflexión sobre los orígenes de los pueblos trae soluciones efectivas para el cambio, como la sabiduría indígena, que parte de la medicina tradicional y de valorar los recursos naturales; con ello, se retoma la necesidad de cambio desde “el interior” y lo más profundo del ser.

“El valor emocional es muy importante porque es una identidad la conexión con nuestras familias y nuestros ancestros, y el valor espiritual de nuestras mujeres. La humanización de estos problemas para contrarrestar el cambio climático es importante”, apuntó durante los trabajos coordinados por la secretaria general de la FES Acatlán, Nora Goris Mayans.

A manera de ejemplo, se refirió a la situación en la que se encuentra el Ártico, donde radica su activismo, y dijo que podría considerarse como el sistema de enfriamiento del planeta, “es el sistema del aire acondicionado del planeta y está acabándose, está ocasionando tantos problemas a nivel mundial por la conexión con el Ártico, como los huracanes, los tornados, las sequías, los incendios, las inundaciones, los incendios forestales”.

Indicó que la pandemia fue un recordatorio de cómo somos interdependientes en el mundo, que no estamos apartados, y lejos de traer beneficio ha afianzado las brechas en racismo sistémico y las sociales.

Ante circunstancias como estas, externó, la pregunta es ¿por dónde empezar?, porque a pesar de los avances tecnológicos y estudios, el cambio climático no ha podido frenarse. Lo que se debe hacer es trabajar en la apatía de la humanidad frente a estos problemas.

A su vez, el director del Instituto de Ciencias de la Atmosfera y Cambio Climático de la UNAM, Jorge Zavala Hidalgo, reconoció la lucha que dan numerosas comunidades indígenas y grupos étnicos en diferentes partes del mundo, varias de ellas invisibilizadas, a favor del medio ambiente, incluso sus llamados de alerta sobre las consecuencias del cambio climático son ignorados.  

Hay un problema serio en la forma en que se informa a la población sobre la gravedad de la crisis ambiental que enfrentamos, y la contundencia de los mensajes es limitada, subrayó.

“Cuando hablamos del cambio global, muchas veces nos han dado un mensaje que me parece pobre, en el sentido de que tenemos que luchar porque el aumento de la temperatura del planeta no rebase 1.5 o 2.0 grados; pero no entendemos exactamente cómo nos afecta como país, como ciudad, como comunidad, y eso es lo que hay que explicarle a la gente.  Se requiere mayor difusión del trabajo de los científicos y de académicos y de cómo involucrar cada vez más a un mayor número de personas”.

Al hacer uso de la palabra, el coordinador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, Enrique Provencio Durazo, insistió en la necesidad de que en estos encuentros de reflexión y análisis se tome en cuenta los grupos y las comunidades más vulnerables, porque son quienes padecen de manera dramática las amenazas del cambio climático y del cambio global en general.

Puntualizó que un Estado democrático pleno está obligado a tomar en cuenta aspectos relacionados con la diversidad en la cual debemos reconocer que hay grupos, localidades, pueblos que tienen necesidades especiales.

Provencio Durazo subrayó: “la importancia cultural que los ecosistemas tienen en la humanidad, aunque vivamos en una ciudad tan grande y an compleja, tan aparentemente desvinculada de los ecosistemas. Estamos perdiendo un concepto que se llama la amnesia del paisaje, la tendencia que tenemos a olvidarnos muy rápido de lo que teníamos, y es muy importante combatir esa amnesia”.

Durante su intervención, la académica de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán de la UNAM y presidenta de la Unión Internacional de las Ciencias del Suelo, Laura Bertha Reyes Sánchez, advirtió:

Para entender con mayor claridad la magnitud de los problemas de este fenómeno es urgente impulsar un cambio de paradigma en la educación y en la enseñanza hacia las nuevas generaciones. Es la única forma real de avanzar hacia la sustentabilidad que todos decimos querer alcanzar, pero para la que muy pocos estamos trabajando de manera coordinada.

“La verdadera fuerza está en la educación y en particular en los maestros de primaria, de educación básica, que tienen en sus manos, año tras año, la posibilidad de generar esa transformación entre los niños, no solamente desde el conocimiento científico, sino desde esos valores y principios que se construyen en la infancia”, acotó.

En su oportunidad, el investigador del Instituto de Energías Renovables de la UNAM, Antonio del Río Portilla, se refirió a las herramientas cuantitativas existentes para contrarrestar el calentamiento global, las cuales son necesarias y fundamentales para cualquier acción o política pública en la materia.

“Tenemos que transitar hacia la sustentabilidad y para eso necesitamos indicadores, necesitamos números para poder decir si vamos caminando hacia el futuro que vamos queriendo, es decir, tener números con los que comprobemos qué pasa con una acción, por si bajan o suben para monitorear nuestra adaptación o si nuestras fórmulas atacan la sustentabilidad”.

La naturaleza involucra los aspectos de ecosistema y procura hacer uso racional de los recursos, fomentar un ambiente sano, y propiciar el buen desarrollo de los ecosistemas. El aspecto económico, promueve y genera los productos o servicios con valor de intercambio, principalmente con la construcción de riqueza monetaria.

La equidad social considera las tradiciones y la diversidad cultural de la población y, finalmente, la parte organizacional va a involucrar la diversidad de formas de organización y demandar las construcción y establecimiento de normas para compartir con la intervención de las poblaciones.

A esta teoría, de acuerdo con lo que se ha estudiado en la UNAM, sería idóneo aplicar un modelo matemático por el cual se puedan comparar los indicadores para saber cuál es el mejor para medir en una comunidad. “Debemos tener la capacidad de hacer monitoreo de forma cuantitativa, necesitamos definirlos para cada región, y eso puede llevar tiempo por eso varias herramientas pueden ayudar”, concluyó.