La pobreza urbana es uno de los problemas más grandes de las urbes y la población de bajos ingresos es la menos resiliente. Esta es una de las conclusiones del volumen Ciudades mexicanas y condiciones de habitabilidad en tiempos de pandemia. El texto aborda temas de salud, vivienda, turismo, población y economía, entre otros.
Lo anterior de acuerdo con el director del Instituto de Geografía de la UNAM, Manuel Suárez Lastra, quien recordó que 80 por ciento de los habitantes del país vive en zonas urbanas.
“En este tomo quisimos determinar cómo se vieron afectados por la pandemia los diferentes procesos urbanos”, añadió el coordinador de la obra, junto con Alicia Ziccardi Contigiani, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
El problema, dijo el experto en estructura urbana y transporte, es que los sistemas urbanos no están planeados desde el inicio y cuando llega un momento crítico, empeoran.
Debemos estar conscientes de que en cualquier momento puede suceder una nueva emergencia, y la única manera de enfrentarla es estar preparados, subrayó en entrevista.
“No sabemos de qué forma va a llegar la siguiente, ni cómo va a ser, ni cuándo, pero debe haber aspectos básicos de planeación gubernamental para asegurar que en un momento crítico la gente no se quede sin casa, que la economía no caiga de tal forma que las personas se queden sin empleo, o que todos los pacientes tengan acceso a los servicios de salud”.
Las ciudades mexicanas no estaban preparadas para una pandemia como la ocurrida recientemente; la falta de planeación hizo que las consecuencias de la emergencia sanitaria fueran mayores y quienes más sufrieron ante esa situación fueron, por supuesto, los sectores más desfavorecidos, señaló.
Planeación en todos los ámbitos
En la investigación se comprobó que la accesibilidad a sistemas de salud es menor para quienes tienen ingresos bajos, incluso el tiempo de traslado para atender una emergencia por COVID excedía en numerosos casos el necesario para comenzar el tratamiento. Por ello son indispensables políticas públicas que mejoren la distribución de los servicios.
El libro aborda la circunstancia de la vivienda en renta y comprada, así como la de personas en situación de calle en quienes la pandemia tuvo efecto fuerte porque viven de los transeúntes y estos dejaron de recorrer las calles por el confinamiento.
Una cantidad importante de individuos tuvo que pagar renta aún sin obtener una percepción salarial, lo cual produjo gran afectación; algunos tuvieron que regresar a sus pueblos; vivir con los padres, hermanos u otros parientes. “Obviamente, mientras el ingreso de la familia es menor, el efecto es mayor”, abundó Suárez Lastra.
En el caso de los inmuebles adquiridos, el problema fue las hipotecas ya que algunos no tenían dinero suficiente para pagar. “Mientras menor es el ingreso, eres más vulnerable”, resaltó.
Para el sector turismo la repercusión fue para la economía de los lugares que dependen de esa actividad; sin turistas, no hay empleo. Y después costó bastante trabajo que la gente comenzara a viajar otra vez, debido a la situación económica, detalló el director.
Ante este panorama, la principal recomendación derivada de la obra es la planeación en todos los ámbitos. “A partir de una experiencia previa se debe establecer qué se hizo mal, qué nos llevó al desastre y a partir de eso aprender”.
Las pandemias no suceden todos los días; pasa tanto tiempo entre un evento y otro que se nos olvida. Por ello, el planteamiento general debe ser qué aprendimos de la emergencia sanitaria que duró más de dos años, y cómo lo podemos aplicar hacia el futuro.
“Lo más importante es empezar a corregir lo que está mal, aunque es un proceso que va a llevar tiempo. Pero mientras las estrategias de planeación sean de corto plazo -porque lo único que interesa es obtener el voto en las siguientes elecciones–, seguiremos poniendo ‘curitas’ para remediar una situación que ahora es más compleja”, enfatizó.
Por ejemplo, recordó, en la Ciudad de México el transporte y los congestionamientos empeoraron después de la pandemia; antes teníamos un sistema de transporte que era 80 por ciento público y 20 por ciento privado, pero se “satanizó” el primero y se incrementó la compra de autos y motos.
En la cuestión de vivienda hay sobreoferta de casas deshabitadas, que fueron compradas por las personas de menos recursos, pero que no son útiles debido a su lejanía de los centros de trabajo y, por otro lado, gente que necesita un lugar para vivir. En la pandemia esta realidad empeoró.
Por supuesto, se debe incrementar la oferta de servicios de salud en el país; mejorar la estructura de créditos para vivienda, el transporte y la infraestructura, es decir, se necesitan soluciones integrales, recalcó.
Suárez Lastra agradeció el trabajo conjunto con Alicia Ziccardi y a los coautores del tomo, investigadores consolidados y jóvenes de diferentes instancias, quienes “hacen más viva y duradera la obra”.