Además del cambio climático que ocurre a nivel global, existen fenómenos locales como las islas de calor que afectan a las grandes metrópolis donde la urbanización, sobrepoblación, asfalto, densidad de automóviles y crecientes edificios generan un microambiente que se calienta.

Se producen en zonas urbanas que experimentan temperaturas más altas que las regiones circundantes debido a la actividad humana. “Se convierten en relevantes porque ocurren en las ciudades donde habita más del 70 por ciento de la población, en el caso de México”, alertó el coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM, Francisco Estrada Porrúa.

Un estudio realizado en esta entidad académica revela que estos incrementos locales han llegado hasta tres o cuatro grados Celsius en algunas zonas de la Ciudad de México, como la oriente y las regiones donde se asientan las nuevas urbanizaciones, explicó el experto.

Estrada Porrúa ofreció la conferencia “Caracterizando la isla de calor en superficie de la Zona Metropolitana del Valle de México”, como parte del seminario mensual del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), entidad universitaria donde el economista ambiental es investigador del grupo Clima y Sociedad.

Ante Jorge Zavala Hidalgo, director del ICAyCC -quien fungió como moderador- detalló: la isla de calor urbana establece una diferencia entre las temperaturas del aire, superficie o subsuperficiales de un área en comparación con áreas rurales próximas.

“Es un área de investigación muy activa desde hace casi 200 años, y uno de los pioneros en climatología urbana en México que las estudió fue Ernesto Jáuregui Ostos, quien fuera investigador del ICAyCC”, recordó.

Entre los principales determinantes del clima urbano, el especialista citó el cambio climático global, los factores geográficos (longitud y altitud), los procesos de variabilidad natural, así como los efectos de contaminantes en clima regional y local (por ejemplo, los aerosoles y el carbono negro).

También afectan el reemplazo de paisajes naturales por urbanos, que implican cambio de balance de energía en superficie y propician el uso de materiales y estructuras más densos, con gran capacidad térmica y calor, producto de actividades antropogénicas.

Estrada Porrúa manifestó que las islas de calor son un fenómeno preocupante que impacta a mil 692 grandes ciudades del planeta, donde habita más de 50 por ciento de la población.

En ellas, informó, se genera 80 por ciento del producto interno bruto de las naciones y por ello son las mayores concentradoras de seres humanos.

A estos factores, acotó, hay que añadir que existen sinergias entre el calentamiento local y el global que pueden incrementar aún más la temperatura local.

“Por ejemplo, en el caso de la Ciudad de México si el aumento promedio por islas de calor es de tres grados, puede subir a cuatro por efecto del calentamiento global”, precisó.

Para mitigarlas, Estrada Porrúa propuso modificar los materiales de recubrimiento de las azoteas, así como utilizar techos blancos y suelos frescos que no calienten más las zonas locales.

Este tipo de techos son una opción para elevar el albedo de las ciudades, es decir, el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella. De esta manera se reduce el fenómeno de isla de calor. Impulsarlos en edificaciones nuevas y existentes produce un enfriamiento de menos tres grados Celsius.

Asimismo, normar estas medidas en reglamentos estatales de construcción y leyes de cambio climático, además de fomentar la expansión y recuperación de áreas verdes, porque así se reduce la temperatura local entre uno y cinco grados Celsius por evapotranspiración y efecto de sombra.