El mundo tecnológico de nuestro tiempo ha ido eliminando el pensamiento filosófico cotidiano, lo excluye de los planes de estudio de enseñanza básica, además de que hay un debate constante para que no desaparezca de las materias del bachillerato, alertó el profesor y exdirector de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Jorge Enrique Linares Salgado.
A nivel global, “aún en las universidades hay poca filosofía, hay una merma en la enseñanza y la divulgación filosófica, actividades que propician un ejercicio crítico y reflexivo que siempre es incómodo para el poder y para algunas instituciones sociales que son conservadoras”, argumentó en entrevista.
El académico mencionó que entre las virtudes de la filosofía están saber leer, criticar los textos y símbolos culturales, además de argumentar; no saber hacer esto último “genera mucha violencia, pues ya no sabemos discutir, proponer ideas y dar razones, lo que permite solucionar conflictos y evitar enfrentamientos e imposición de quien tiene más fuerza”.
Saber leer y criticar, dijo, es fundamental para analizar a profundidad las ideas (incluso las opuestas o que están en conflicto), entender los textos e interpretar los símbolos de nuestra cultura y otras más.
“La filosofía puede ayudar a encontrar razones, a pensar, a que las personas sean más sosegadas en el momento de mostrar sus posiciones y opiniones”, consideró.
Linares Salgado añadió que prevalecen temas clásicos que esta disciplina siempre ha analizado, como son la verdad, historicidad y las cuatro preguntas de Immanuel Kant: qué podemos conocer; qué podemos esperar (pensando en el más allá); y qué es la naturaleza humana, esa es la gran pregunta de la filosofía, es decir, qué somos.
De acuerdo con el especialista, somos una especie biológicamente homogénea, pero culturalmente diversa; no obstante, “el mundo tecnológico va cerrando, va homogeneizando y, aparentemente, eso permite cierta unidad en el mundo, pero no es armónica, más bien impuesta, e implica la desaparición de culturas, tradiciones e ideas antiguas de culturas que se han ido perdiendo”.
Bioética, a la vanguardia
El especialista explicó que la ética filosófica siempre ha tenido una vocación práctica. A partir de que Aristóteles la define es una teoría que se aplica. La bioética se creó en el siglo XX como una rama de la ética aplicada que se enfrenta a los problemas de nuestra relación con la vida.
Aclaró que no se reduce a las dificultades biomédicas, a la medicina y a la especie humana. Desde el inicio se planteó una idea más amplia en relación con los demás animales y con toda la naturaleza. Hay dos vías de la bioética: una ecológica y otra biomédica, pero deben estar coordinadas, esa es mi perspectiva.
Para el experto, en la actualidad la bioética tiene bastante qué decir porque nuestros inconvenientes de salud se vuelven públicos (la pandemia lo demostró); es un problema social y a la vez ecológico. Nos enfermamos y, en numerosas ocasiones, estamos en peligro por una mala relación y gestión del medio ambiente, por la destrucción de los ecosistemas, la contaminación y el cambio climático, cuestiones con un claro origen antropogénico.
También reflexiona sobre la relación y protección de otras especies animales y la recuperación de ecosistemas; además, propone regresar a prácticas más equilibradas que nos permitan recuperar la salud ambiental y social, lo que es un enorme desafío en todos los países.
En cuanto a la biotecnología, la filosofía tiene una visión ambigua: el avance tecnológico es un progreso del desarrollo humano por los beneficios que aporta materialmente. Empero, hay una serie de corrientes que identifican que la evolución en la materia tiene consecuencias negativas y se ha desbordado con un poder excesivo.
“No está al alcance de todos ni controlamos ese poder. Desde la filosofía se plantea que el desarrollo tecnológico tiene una ambivalencia; produce beneficios no siempre equitativos, pero se puede exceder en la manera en que transforma la naturaleza y nuestras propias vidas”, precisó.
En este debate, ejemplificó Linares Salgado, entran los alimentos transgénicos, la dependencia de la tecnología y la inteligencia artificial (IA), que puede afectar nuestra cognición o tener efectos contraproducentes.
Con los teléfonos celulares y la IA avanzamos en un sentido, pero perdemos habilidades neurocognitivas y orales. Resulta que el pensamiento lógico se puede objetivar en una máquina, y esto puede tener efectos contraproducentes, subrayó.
Linares Salgado sugirió continuar con la lectura, recuperar la cultura escrita y reflexionar sobre lo leído para constatar que entendimos el planteamiento. “A partir de ahí podemos hacer una hermenéutica; es decir, una interpretación de la realidad leyendo también los símbolos y las prácticas sociales”.