El sitio arqueológico de Aguazuque, en la Sabana de Bogotá, Colombia, contiene evidencia de las modificaciones en las actividades de grupos de cazadores y su transición hacia sociedades agrícolas y las alteraciones ecológicas causadas en el ambiente, como lo indica un estudio realizado por especialistas del Instituto de Geología (IGg) de la UNAM.
Elizabeth Solleiro Rebolledo y Angélica Viviana Triana Vega, investigadoras de esa entidad académica, explicaron que en las investigaciones publicadas en revistas como Quaternary International, Boletín Geológico y el Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana, se da a conocer posibles variaciones ambientales y disponibilidad de recursos naturales en la Sabana de Bogotá, entre 12 mil y 3 mil años antes de nuestra era.
El trabajo, precisó Solleiro Rebolledo, inició hace siete años cuando Triana Vega llegó a la Universidad Nacional para realizar una estancia durante su doctorado para complementar sus estudios arqueológicos. El material analizado por ella, especialmente artefactos líticos, restos óseos humanos y de fauna ofrecieron información relevante para comprender la dinámica social entre estos grupos humanos. En su estancia, se llevaron a cabo análisis de los suelos para obtener información integral.
La integrante del grupo de Paleosuelos apuntó que luego de que la científica colombiana terminara sus estudios de doctorado se decidió ampliar la colaboración y viajar a la Sabana de Bogotá, a fin de muestrear los suelos naturales y determinar cómo había sido el paisaje por el que los habitantes explotaron los recursos.
Nos llamó la atención que los suelos naturales no se parecen a lo que hay en el sitio arqueológico. La primera pregunta fue ¿de dónde llevaron esos materiales? Hasta ahora no lo entendemos bien. La hipótesis es que las personas los trajeron de otros lugares, los acumularon hasta tener una superficie que es más elevada y completamente artificial, resaltó.
Si se piensa en una analogía con la cuenca de México es posible decir que es similar a un tlatel o área que se fue elevando poco a poco para evitar inundaciones, por lo que futuras investigaciones tratarán de indagar más en esto, señaló.
Solleiro Rebolledo aclaró que, al contrario de lo que sucede en nuestro país en donde en muchos sitios arqueológicos se tiene arquitectura monumental por medio de grandes pirámides, en Aguazuque se debe extraer la información del suelo, pues ahí es donde está plasmada la memoria de numerosos procesos y eventos.
Al respecto, Triana Vega, investigadora posdoctoral del IGg, detalló que la evidencia encontrada muestra la domesticación de cucúrbita (calabaza) y de un tubérculo de la familia de la papa; además se encontró que la región experimentó un cambio ambiental pasando de condiciones más frías y húmedas hacia paisajes con mayor aridez, por lo que las personas tuvieron que modificar la búsqueda de alimentos.
Esa situación generó que la gente dejara de vivir en los abrigos rocosos (cuevas) y saliera a espacios a cielo abierto, como un área extendida. “Todos estos cambios quedan plasmados en el registro con los análisis de suelo, isótopos estables, que se marcan en estos puntos específicos”, comentó.
Respecto a la fauna analizada, la posdoctorante de la UNAM puntualizó que en los tiempos más antiguos se encontró alta presencia del venado de cola blanca, pero hace aproximadamente 5 mil 500 años antes de nuestra era este recurso disminuyó considerablemente y aumentó el registro de presas más pequeñas, lo que significa también un cambio en la forma de vivir, por lo que hay más presencia de zarigüeyas, jabalíes, armadillo, inclusive monos aulladores.